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Los problemas de agua se podrían solucionar invirtiendo un 1% del PIB mundial

28 de enero de 2020

Una investigación del World Resources Institute afirma que asegurar el suministro y saneamiento de agua para 2030 podría costar apenas un 1% del PIB mundial. Una inversión que podría evitar pérdidas de hasta el 10% de la riqueza global e incluso generar riqueza gracias al aprovechamiento de los recursos hídricos


Sin agua no hay vida posible, pero muchas veces cuando se habla del cambio climático o transición ecológica se tiende a olvidar este precioso recurso, que muchos dan por supuesto. Pero en numerosas partes del mundo, como el norte de África o el este asiático, los problemas relacionados con la escasez o la falta de agua potable son retos mayúsculos que muchos países con un PIB reducido no pueden afrontar solos. Hay más de 3.000 millones de personas en el planeta que no tienen acceso a servicios sanitarios básicos, como lavabos para lavarse las manos o retretes.


Un cuarto de la población mundial vive en países que sufren de alto estrés hídrico. Y la falta de tratamiento de aguas residuales es directamente responsable de la aparición de más de 500 zonas muertas en los océanos, áreas en las que la falta de oxígeno impiden la vida marina.


Sin embargo, las soluciones a las crisis globales del agua cuestan mucho menos de lo que se podría pensar. Una nueva investigación del World Resources Institute (WRI) apunta a que resolver estos problemas costaría apenas un 1% del PIB mundial, es decir, en torno a 29 centavos de dólar por persona y día hasta 2030. Una inversión que se recuperaría con creces: cada dólar que se destinara a mejorar el acceso al agua y su saneamiento supondría una media de 6,80 $ de retorno. Además, evitaría pérdidas de entre el 2 y el 10% del PIB global de aquí a 2050.


El estudio se centra en analizar qué inversiones y actuaciones sería necesarias para lograr cumplir con seis estrategias diferenciadas que, combinadas, supondrían lograr la seguridad hídrica. Una gestión del agua sostenible tiene, por tanto, seis caras, que van desde el acceso universal al agua potable hasta la puesta en marcha de legislaciones que permitan abordar y asegurar todas las políticas hídricas. Todos estos planes se derivan del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número seis de la ONU, centrado en garantizar la disponibilidad de agua, su gestión sostenible y el saneamiento para todos.


Las seis claves de la gestión sostenible del agua


Proporcionar agua potable administrada de manera segura a todas las poblaciones sin acceso.Brindar servicios de saneamiento e higiene gestionados de forma segura a todas las poblaciones sin acceso.Tratamiento de todas las aguas residuales industriales a niveles de tratamiento terciario.Reducción de la carga de nutrientes a concentraciones aceptables dentro de los cuerpos de agua.Abordar la escasez de agua alineando las extracciones de agua con la demanda de agua y teniendo en cuenta las tasas de flujo ambiental.Adoptar una gestión del agua que incluya regulaciones y legislación que acompañen las estrategias anteriores.


Según los autores, que han calculado las necesidades de inversión país por país siguiendo ese conjunto de polos de acción, 75 países -que suman la mitad de la población mundial- alcanzarían una gestión sostenible del agua invirtiendo menos de un 2% de su PIB anual en el sector. Otros 70 países requerirían un gasto de entre el 2 y el 8% para lograrlo y un grupo reducido de países con un alto estrés hídrico y una economía débil-entre los que se incluyen Bolivia, Chad, Malí, Etiopía o Madagasacar- tendrían que hacer esfuerzos de hasta un 20% de su PIB para poder asegurar el acceso al agua a toda su población.

Por su puesto, según su geografía y sus infraestructuras disponibles, cada país se enfrenta a diferentes tipos de retos relacionados con el agua, por lo que deberá priorizar diferentes acciones para lograr un gestión sostenible del agua. El tratamiento de aguas residuales, el suministro de agua potable, la adopción de políticas más sólidas de gestión del agua y la inversión en infraestructuras clave vital tendrán por tanto un coste relativo por país que varía considerablemente. Además, es importante resaltar que, en estos cálculos no incluyen el coste de reemplazar la infraestructura existente, como tuberías o depuradoras, que pueden haber llegado al final de su vida efectiva.

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