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Educar en ciencia, un modelo aún por construir en Colombia

¿Qué hacer para mejorar la educación científica? Por años muchos países han dirigido su mirada a Finlandia, que ha llamado la atención de los educadores por sus excelentes resultados. En las pruebas de 2018 el puntaje de Finlandia fue de 522, ubicándose en el sexto lugar entre los 79 países participantes. De hecho, es uno de los países que tienen más mujeres en el nivel más alto de desempeño.


Como podría anticiparse, no se puede esperar una “fórmula mágica”. Para mejorar la educación científica no basta una única acción que se pueda implementar en los colegios de Colombia. Asimismo, es claro que, independientemente de las virtudes del modelo educativo finlandés, las condiciones históricas, sociales y culturales son muy diferentes a las de nuestro país. Más allá de esas diferencias sí es posible rescatar algunas reflexiones.


Un primer elemento es que los finlandeses valoran la educación, las escuelas y a los profesores en general. Pero ese respeto no es fortuito. Además de que se invierte en la formación docente, es una profesión reglamentada. Por ejemplo, para ser maestro escolar es obligatorio tener un título de maestría. Esto significa que los maestros no solamente dominan la materia que imparten, sino que se preparan en pedagogía. Esto significa que son expertos académicos autónomos y críticos que están constantemente dialogando para mejorar las experiencias de aula. También revela que la educación en Finlandia parte de una aproximación basada en la investigación.


Un segundo elemento es la relación que el modelo educativo tiene con el pensamiento científico. Este no se comprende como un conjunto de conocimientos enciclopédicos. No se trata de saber un conjunto de temas en abstracto. Por el contrario, y siguiendo el marco de referencia desarrollado por PISA, lo que sucede en el aula es muy diferente a la educación tradicional. En las escuelas finlandesas se le da prioridad al aprendizaje a partir del contexto y de la vida cotidiana, a las tareas que privilegian la actividad el estudiante (y no la memorización pasiva), el aprendizaje a través de juegos, la investigación en el aula, la solución de problemas concretos y el trabajo por proyectos.


En una pedagogía por problemas se promueve que los estudiantes “asuman el rol de un científico”. Esto se hace con un conjunto de rutinas que invitan a los estudiantes a pensar como científicos. Primero se les presenta una situación puntual, el problema sobre el que se va a investigar. Sin embargo, no se hace énfasis en la pregunta: “¿Cuál es la respuesta correcta?”, sino más bien en cuestionarse: “¿Cómo podría yo ayudar a solucionar el problema?”. El énfasis no está en el resultado, sino en el proceso. A continuación se llevan a cabo los experimentos. Como ya se conoce el problema, se hace necesario investigar para resolverlo. El énfasis está en que el estudiante desarrolle las habilidades en el proceso. Para finalizar, es necesario comunicar los hallazgos y explicar cómo, por qué camino, se encontró la solución al problema.

Todos estos esfuerzos de Finlandia, cuya población es más reducida que la de Bogotá, rinden frutos. Para 2002 se encontraba en el puesto número nueve del Índice Mundial de Innovación de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, justamente por sus capacidades en investigación, tecnología y cooperación.




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