En la columna anterior anuncié abordar otros problemas educativos que agudizan cada vez más la crisis en el sector, por eso esbozaré algunas reflexiones al respecto.
No existe un proyecto educativo de nación que permita integrar la familia, la comunidad y la escuela, que oriente la formación para aprender a ser, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y por supuesto a nutrirse del conocimiento, de la herencia cultural de nuestros pueblos, que nos encaminen hacia la ruta del saber para actuar en contexto, innovar o producir conocimiento.
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Los lineamientos que desde el Ministerio de Educación se trazan, siguen orientados al modelo de educación de “acumulación bancaria de conocimientos” e instrumentalización de la educación para que los estudiantes pasen las pruebas de estado. Así se mide la calidad en nuestro país desconociendo los múltiples factores que la integran.
Tenemos un Sistema Educativo desarticulado, permeado por la cultura del mercado, por la “cultura liquida” que, según Sygmunt Bauman, es aquella cultura del desapego, de la discontinuidad y del olvido. Esa cultura que acompañada de la maldad liquida asumió la Vicepresidenta al demeritar e ignorar la Psicología como disciplina fundamental para el desarrollo humano y la preservación de la salud mental de las personas tan afectada hoy en Colombia. Si el gobierno nacional conociera la realidad del país y la situación de conflicto, intimidación, amenazas, carencias, desesperanzas, que se vive en las Instituciones educativas, optaría por fortalecer el sector educativo con la vinculación de psicólogos para que contribuyan con la orientación escolar, con la resolución de conflictos con la construcción de proyectos de vida de los estudiantes.
Si fuese consciente de esto el Ministerio de Educación revisaría el currículo, fortalecería las Instituciones Educativas cuyo PEI enfatiza lo humanístico , lo artístico, lo técnico o tecnológico, porque más que tener en jornada única a los estudiantes aún sin las condiciones básicas, recibiendo más de lo mismo, se requiere implementar un modelo pedagógico innovador que propicie el desarrollo de las inteligencias múltiples de los niños, niñas y jóvenes.
La escuela actual perdió su capacidad de decir algo nuevo. Sumado a lo anterior las amenazas y asesinatos de educadores se recrudecen, los referentes de corrupción, de violencia, de desinformación, de falta de oportunidades, generan desesperanza en los educandos.
La crisis presupuestal de la educación es enorme, la mitad de la canasta educativa está desfinanciada, se ha desconocido la progresividad en el aumento de los fondos del Sistema General de Participaciones. Cuando La constitución del 91 descentralizó el servicio educativo y lo puso bajo la responsabilidad de las Entidades territoriales, junto a otras competencias, dijo que un 46.5% de los ICN debían ser transferidos para hacer frente a esas nuevas responsabilidades, no obstante, en los gobiernos de Pastrana y Uribe mediante reformas constitucionales bajaron esa participación de manera abrumadora a solo el 26.7%. Panorama desalentador, que debe movernos a defender la educación pública.
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