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Avanza la reparación colectiva de comunidades indígenas víctimas del conflicto armado en Riosucio, Caldas

  • Foto del escritor: boletin028
    boletin028
  • 30 may
  • 2 Min. de lectura

Después de dos décadas de espera, el resguardo indígena Nuestra Señora Candelaria de la Montaña inició la fase de alistamiento comunitario e institucional para su reparación colectiva, con el acompañamiento de la Unidad para las Víctimas.


Zulma Morales tenía apenas 14 años cuando los paramilitares del Bloque Central Bolívar irrumpieron en la vereda El Salado, en Riosucio (Caldas), y reunieron a más de 200 personas en el parque principal. La amenaza fue directa: abandonar el territorio en 24 horas o enfrentar la muerte. Zulma, con ocho meses de embarazo, logró sobrevivir gracias a la intervención de una vecina y huyó con su familia hacia Pereira.

Fuente: Unidad para las Victimas.
Fuente: Unidad para las Victimas.

Casos como el de Zulma se repiten en las 54 comunidades que integran el resguardo Nuestra Señora Candelaria de la Montaña. En 2002, Aurora Mutato, mayora y médica tradicional, fue obligada a abandonar su práctica de partería por amenazas del Bloque 47 de las FARC. “No solo nos prohibieron ejercer nuestra medicina ancestral, también nos arrebataron el derecho a vivir en paz en nuestro territorio”, recuerda.


Ahora, estas comunidades inician una nueva etapa: la construcción del Plan Integral de Reparación Colectiva (PIRC), una hoja de ruta que busca sanar las heridas del conflicto y reconstruir el tejido social desde sus raíces. La Unidad para las Víctimas, a través de su Dirección Territorial del Eje Cafetero, lidera este proceso junto a entidades del Sistema Nacional de Atención y Reparación Integral a las Víctimas (SNARIV).

“La reparación colectiva es una herramienta para que las comunidades transiten hacia escenarios de no repetición”, afirmó Katherine García Ochoa, directora territorial de la Unidad en el Eje Cafetero. Explicó que, más allá de las afectaciones individuales, los pueblos indígenas han sufrido un daño colectivo que ha fracturado sus prácticas ancestrales y formas de organización.

El pasado 26 y 27 de mayo se llevó a cabo una jornada de trabajo comunitario que incluyó una ceremonia de armonización, liderada por autoridades indígenas, para generar un ambiente de confianza con las instituciones. Participaron también la Gobernación de Caldas, la Personería, la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo.

La mayora Aurora, de 67 años, expresó su esperanza: “Esta reparación no es solo para nosotros los mayores, es también para los jóvenes, para que conozcan lo que vivimos y para que tengan herramientas para defender sus derechos”.

Actualmente, en Riosucio se desarrollan cuatro procesos de reparación colectiva: los resguardos Escopetera, San Lorenzo y Cañamomo Lomaprieta ya se encuentran en fase de implementación y han beneficiado a más de 2.000 víctimas mediante la mejora de infraestructura, la prevención del reclutamiento forzado de menores y el fortalecimiento de tradiciones ancestrales. Se espera que el proceso con el resguardo Nuestra Señora Candelaria de la Montaña culmine su caracterización del daño antes de finalizar el año.


La Unidad para las Víctimas reafirma su compromiso con las comunidades étnicas del Eje Cafetero, reconociendo que la construcción de paz pasa por reconocer el dolor de las víctimas y trabajar con ellas en la reconstrucción de sus territorios y su dignidad.


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